Con esa exactitud tan característica de la ciencia, le desgranó el misterio de la vida hasta convertirlo en una aséptica prueba de laboratorio: “Y, así, se fecundan los niños como tú”. Pausa mayestática y, no contento, se adentró en estudios neuro-científicos para analizar las interconexiones de las relaciones humanas: entre hombres y mujeres, progenitores e hijos. El pequeño, hoja cuadriculada en mano, miraba al padre henchido de orgulloso conocimiento; luego, al volverse sobre sus pasos, cabizbajo, al papel arrugado y de bordes dentellados, en cuya explosión de colores descubrió, clarividente a sus siete años, que nunca llegarían a entenderse. El dibujo había sido un fracaso.
29 de septiembre de 2012