A mi mujer no le gusta que le fastidie sus estrategias y cuando preguntó, toda ella retórica y puesta en jarras en medio del comedor, dónde habría guardado las cenizas de su ex-marido me tembló hasta la campanilla de la garganta. Suelo mantenerme al margen, pero a veces no puedo evitarlo; en pleno arranque de locura transitoria, me había embargado un inevitable sentimiento de camaradería.
18 de marzo de 2011