Yo trabajo en un bar.
Es un bar de barrio
donde nadie está de paso
pero todo es transitorio
Jueves, 11.3.99
Por fin he fregado la cocina
Viernes, 12.3.99
Tengo agujetas.
A mediodía me ha llamado K. para quedar con una gente de su universidad. Mañana trabajo, pero ella siempre me enreda: “no, no regresaremos tarde...; yo también trabajo...; sólo para tomar algo.”
Sábado, 13.3.99
Hemos llegado a las cuatro y, como es natural, esta mañana nos hemos dormido. A las doce hemos salido pitando y K. me ha dejado frente al bar (mi abuela se ha cabreado porque no se ha despedido).
El sr Clos me ha dado la mañana: ha vuelto a inaugurar la misma plaza que inauguró el mes pasado, pero esta vez a la gente le ha dado por pedir cafés con leche, bravas y cerveza.
No me gusta salir los viernes.
Domingo, 14.3.99
He trabajado todo el día. A las ocho ha venido K.i y nos hemos ido a cenar a un chino de Pueblo Nuevo y, luego, a tomar un café. He llegado a la una.
Lunes, 15. 3. 99
Llegaba tarde pero, como sabía que me iba a dormir, antes de entrar a clase me he tomado un café en el bar de la universidad. Estaba asqueroso, como siempre.
Después de comer he vuelto a intentar escribir el artículo sobre la anorexia. No he podido: demasiadas ideas sueltas y demasiada gente alrededor de mi mesa.
Martes, 16.3.99
Y mi vida, repleta de horas amontonadas, de días acumulados y apilados a los pies de mi cama, es a veces extraña. Porque solo a veces es cuando un suspiro la despierta y le hace tomar conciencia de ese bello, breve y casi perfecto instante, cuando reina el orden y la armonía marca el ritmo de cada uno de mis actos. Tan breve que cuando me percato de su presencia ya se está difuminando en mi pasado, mas a veces se detiene y, como gata en celo, se restriega contra mi cuerpo para luego marcharse, dejándome un ligero y suave bienestar; tan bello que con sus dulces destellos siempre me concede una caricia inesperada; tan perfecto que entre mis brazos fallece, lánguido y etéreo siempre.
Agazapado entre el humo, me acecha: mientras cojo una taza con una mano –cerámica sobre acero, golpe fino y agudo en mi oído-, con la otra abro el cajón del marro para tirar la toma usada –golpe sordo de acero sobre goma quemada- y, con un chasquido, cargo de nuevo. Luego, al tiempo que el negro sabor gotea, capto el aroma y escucho el hervir de la leche. Entonces alargo el brazo hipnotizada para poner la cuchara sobre el plato y, con golpe de cadera, cierro el cajón del azúcar. Siguiendo el giro, sirvo un nuevo, cremoso y humeante cortado.
A veces es preparando un café y otras preparando veinte, o bien amasando, o bien..., da igual. Ya no existe nadie a mi alrededor, las voces son absorbidas por el vacío y nada puede perturbarme. Mi bello, breve y casi perfecto instante hoy ha venido a visitarme.
Miércoles, 17.3.99.
Me he despertado a las ocho menos cuarto, me he vestido, he comprado el periódico y he abierto el bar. También he fregado la barra. Ahora son las cuatro.
l
Marzo 1999
¿que hace un "angel" en la tierra? Todo. Los Dioses son los compañeros y los dirigentes chilenos, que estan sacando a los mineros de su entierro. Son los bomberos que después de una semana localizaban con vida a gente en las ruinas de Puerto Principe en Haití. Los demonios, los que dejaron a aquellos militares rusos morir dentro del submarino. Creo que sí, que a algun dios se le ha debido de perder alguna pieza de puzzle y ya no sabe donde buscarla. Ayudémosle y no se lo dejemos todo a Él.