Igual que lo hacen las ballenas, con su canto secreto y desesperado te llamo, amparada tras el eco de la noche, y el silencio devuelve mi súplica a la orilla de mi ventana, como el reniego de una lágrima a llegar a su destino.
Las cortas patitas puntean la acera como la estela de una mosca sobre el cristal de una ventana. Levita orgullosa la mascota, creyéndose cancerbero de los deseos de su dueña. Su largo pelo, de un marrón irreverente, ondea al ritmo de sus pasos, que ella siente galope de caballo salvaje, a un palmo de distancia del suelo. Ladra al viento de vez en cuando y en su chillido agudo escucha la advertencia del fiero león a la manada.
En la línea de la curva de la onda de tu pelo, sin tú quererlo, me siento para presidir el lento suceder del mundo. Atalaya para el héroe, me mezo a tu paso y dirijo cada uno de tus pensamientos. Adoro el juego infantil y volátil de las hebras de tu flequillo, que te rozan; su zumbido de mosca, que te reclama para apartarlas. Así, con mi enredo, beso tu mano en el más sutil de los secretos, sin tú saberlo.
Acomódate, ves a por un café o..., ¿mejor una copa de vino?; descálzate si te apetece: estás en tu casa. Mis pequeños "pinochos" revivirán por la gracia de tu mirada.