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18 octubre 2012 4 18 /10 /octubre /2012 12:39

-Ya te he dicho que…,-e intenta modular el tono hacia la contención

Luisa, apoyada en el quicio de la ventana del piso superior, no puede ver la cara. Es limpiadora y cada día, hacía las doce, hace un descanso para fumarse un cigarrillo; cada día, mientras fuma, escucha la conversación del mismo vecino. Las bambas se mueven de un extremo a otro del patio, nerviosas

-No, no, no puedo ir, cariño –replica con una cadencia que roza el murmullo y, poco a poco, los pasos se van ralentizando.

Desde que dejaron de utilizarse las máquinas de escribir, las galerías de interior en los edificios de despachos del centro, normalmente, son silenciosas, excepto esta.

-Estoy en el hospital y…-Intenta mostrarse enérgico pero flaquea en la conjunción y da cancha a la objeción de su interlocutora.

Es como participar de público en la grabación de una radionovela: A principio de año, todo son palabras lisonjeras, arrumacos, urgencia de citas que van desfalleciendo a medida que caen las estaciones. Luisa se engancha a todas. No puede evitarlo.

-Lo siento, mañana tampoco podré ir –concluye.

Los bajos de los tejanos desparecen y retumba el golpe acristalado de la puerta hasta la quinta planta. Un tintineo de cucharilla al chocar con la porcelana de una taza la devuelve a la realidad, apaga el cigarrillo y se guarda el mechero en el bolsillo de su bata. “¡Hombres!, el mejor, colgao”, piensa al termino del culebrón, mirando fijamente al palo de la escoba, cual Shakespeare.

14 de octubre de 2011   

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18 octubre 2012 4 18 /10 /octubre /2012 12:01

-¡Totalmente! –Y golpeó la mesa con la seguridad de un mesías furibundo. Luego, bajo el tono hasta el murmullo desde donde prosiguió su charla amena y trivial con ese interlocutor invisible, tertuliano habitual residente en el paraíso de Entelequia, a quien siempre ofrecía, cortés y desinteresado, su café. 

Acostumbrados a sus arranques esporádicos, nadie le hizo caso: la camarera terminó de hacer su pedido, las señoras continuaron removiendo con solemnidad inglesa el té con leche, los niños salieron despedidos hacía el parque y el jubilado le echó, nervioso, la última moneda a la tragaperras.

 

10 de marzo de 2011

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13 octubre 2012 6 13 /10 /octubre /2012 12:53

Mi familia

 

Con esa exactitud tan característica de la ciencia, le desgranó el misterio de la vida hasta convertirlo en una aséptica prueba de laboratorio: “Y, así, se fecundan los niños como tú”. Pausa mayestática y, no contento, se adentró en estudios neuro-científicos para analizar las interconexiones de las relaciones humanas: entre hombres y mujeres, progenitores e hijos. El pequeño, hoja cuadriculada en mano, miraba al padre henchido de orgulloso conocimiento;  luego, al volverse sobre sus pasos, cabizbajo, al papel arrugado y de bordes dentellados, en cuya explosión de colores descubrió, clarividente a sus siete años, que nunca llegarían a entenderse. El dibujo había sido un fracaso.

 


29 de septiembre de 2012

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2 octubre 2012 2 02 /10 /octubre /2012 14:27

Este gordo ocupa mucho lugar, por eso nunca lo traigo. Al principio, un cepillo de dientes y el peine de púas no molestaban. Luego, con el inicio de la primavera, Raúl me ofreció, generoso, un cajón de su mesita donde guardar unas bragas de repuesto y alguna camiseta para andar cómoda por el estudio, repleto de juguetes de última generación de su hijo escondidos en los lugares más insólitos y con los cuales siempre tropiezo. Resignado, en verano, me hizo un pequeño hueco en su armario, por si ocasionalmente mis obligaciones familiares me permitiesen quedarme –a mi madre cada día se le acusa un poco su dependencia hacia mi. Ayer escuché quejarse a Sergio: “joer, papi, por qué tengo que regalar mi nave multi-estelar al primo; en tu zapatero no molesta”, y ante la advertencia del padre de que el espacio era escaso y ahora éramos tres, el pequeño objetó: “¡pero si ella no vive con nosotros!”. Pronto regresará el invierno y este suéter tiene el mismo sitio en el armario que yo en la casa, apenas un resquicio.

 

22 de abril del 2011

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2 octubre 2012 2 02 /10 /octubre /2012 10:43

Totalmente, totalmente…, to-tal, el total, los totales”, se escudriñaba el cerebro María, bolígrafo en boca y posición de pensadora. Un ligero tic le hacía golpear con la punta de sus zapatos nuevos el suelo. “Plas, plas, replás”  resonaba en el silencio del aula, junto al sonido de lápices resbalando sobre papel y un murmullo de miradas con petición de auxilio entre alumnos. La profesora despegó la vista del periódico y buscó desde la tarima el origen del barullo:

-María, por favor, desconcentras a tus compañeros. Para con los piececitos.  

-¡Adverbio!- exclamó, inconsciente.

La clase estalló en una carcajada.

 

12 de marzo de 2011

  lsorciere

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1 octubre 2012 1 01 /10 /octubre /2012 23:31

Manuela despertó con la cabeza envuelta en una nube de resaca. Desorientada, buscó el origen de la luz diurna. Con la pesadez de un animal dolorido, miró su entorno a través de un guiño y se dio cuenta de que, bajo los efectos de un vino tinto del Alt Empordá -macerado en barrica de roble y de aroma afrutado, recordaba haber leído en la etiqueta cuando lo compró- se había quedado en el sofá. La nube se espesó un poco más y cerró de nuevo los ojos. Todavía le zarandeaban las últimas palabras de Luís antes de marcharse de casa: “Nunca lo olvides, cariño, la cotidianidad es el verdadero monstruo de los cuentos de la infancia”. Y con ellas, se durmió.

 

11 de junio de 2011

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28 septiembre 2012 5 28 /09 /septiembre /2012 14:28

-Hasta chocarse contra una pila de maderos.

-¡No!

-Sí.

-No me lo puedo creer.

-Así como te lo cuento: durante el descanso, se puso a leer el mensaje del móvil  -al parecer de una vieja amiga-, tropezó, rodó y…

-Y, entonces, ¿qué pasó? 

-Murió de un tablonazo: nos quedamos sin el primer Cyrano de Bergerac.

-Y, ¿ahora?

-Un éxito.


21 de septiembre de 2012

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21 septiembre 2012 5 21 /09 /septiembre /2012 12:14

 

Se oye un rítmico puf puf de fantasmas paridos. Yo los llamo así,  pero no se lo digo a nadie. Sé que sólo habitan en mi imaginación. Ahora están allí,  al final del corredor; empiezan a murmurar entre ellos, como viejos sabios, mientras se acercan lentamente. Podría salir, sorprenderlos, gritarles un “¡UH!” atronador que los alejase para siempre; sin embargo me aterroriza quedarme definitivamente sola. Lo mejor será esconder mi temblor bajo el edredón, dejarlos tranquilos. De chiquilla me enseñaron a no entrometerme en conversaciones ajenas. Además, si aguzo el oído, quizás consiga la historia que ando buscando y, entonces, revelaré el genio novel que vive en mí. 


 

15 de septiembre de 2012

 

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15 septiembre 2012 6 15 /09 /septiembre /2012 12:06

 

En un pueblo que se llamaba Visavis, celebraban La Convención. Los lugareños, absorbidos por su rutina el resto del año, adornaban calles y balcones como si protagonizasen una secuela de Bienvenido Mr. Marshal. Allí se reunirían anónimos representantes de las artes escénicas y cinematográficas, de las letras, músicos y cantantes de oído indefinido, pintores de brocha fina... Incluso habían añadido cómodos sillones de terciopelo negro con el fin de captar las nuevas formas de expresión cultural, como el retoque fotográfico y otras aplicaciones informáticas. Eran necesarios, se decían unos a otros mientras paseaban orgullosos por la alfombra roja. Sin ellos, no destacarían como estrellas rutilantes Los Grandes.

 

14 de abril de 2012

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15 septiembre 2012 6 15 /09 /septiembre /2012 11:19

El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso. Cada noche me arengo en silencio: “mañana, tú decides cual de los dos pones primero”. Sin embargo, cuando despierto, no hay manera: el muy puñetero se aprovecha de mi ensueño, juega al despiste, se desliza y pisa el suelo.

 

5 de diciembre de 2011

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