“Tú y yo podremos pasear juntos bajo ese cielo estrellado, ya lo verás”: Sus palabras, reblandecidas a media noche por el alcohol, se filtraban por las esquinas de su aliento. Crujía la cama y, espíritu maldito en busca de la oscuridad protectora, se recostaba a mi lado. Su respiración rebotaba contra el silencio. Luego, con el torpe sigilo del borracho, se iba al salón. A veces, caía rendido en el sofá; otras, se tiraba hasta la madrugada viendo anuncios de la tele-tienda. Yo me hacía la dormida y él fingía susurrárselo a mis sueños.
16 de septiembre de 2011