-Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel –anuncia María desde el quicio de la puerta y, a medida que la ola de sus palabras avanza, el murmullo de la habitación se va apagando, hasta quedar suspendido en el aire el tintineo de una cucharilla impertinente.
Una mueca, emulando una sonrisa, crispa su cara, mientras se frota las manos con fruición. En los cercos de sus ojos se refleja el negror de su vestido y las noches de insomnio. Graciela, su hermana, por fin reacciona y la abraza.
30 de enero de 2013